Ignacio Llamas

2000

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Journeys towards the heart

La función del artista es doble: por un lado debe transmitir y comunicar la belleza y, por otro, debe generarla. Un artista debe participar de las normas universales, ya existentes, de la belleza, descubiertas y asumidas a lo largo de la historia del arte, y usarlas en su creación. Pero, además, debe contribuir a producir alguna novedad para que la belleza se desarrolle. En ocasiones, puede transgredir alguna de ellas, ya que la finalidad que se persigue es evolucionar la norma, aunque, en apariencia, se vaya en contra de ella. Puede darse que esa norma que se transgrede, incluso que se rechaza, no sea verdaderamente una norma universal y atemporal de la belleza, sino parcial y ligada a una determinada época y concepción estética. Por esto el artista ha de ser, a un tiempo, transmisor y generador de belleza. Debe correr más veloz que ella.

El análisis de los conceptos que aparecen en estas obras nos lleva a una relación muy estrecha entre arte y vida: a una concepción de la pintura como un modo de aprender a vivir o como un conocimiento de la vida que se refleja en la pintura. A ellos se hace referencia mediante distintos elementos: las escaleras, como metáfora para aprender a vivir con uno mismo, con tus propios límites, aciertos y errores, sin necesidad de llegar a la meta para ser feliz; los signos de las instrucciones de uso, como alegoría del aprendizaje; las letras S y O, primera y última de la palabra “sueño”, concebido como ideal necesario que ayudan a dar un sentido a la vida…

Éstos son sólo puntos de partida del viaje interior. Son sólo las pautas que, personalmente, me han permitido y me permiten, como creador y como espectador, realizar el viaje hacia el corazón. Quizás a alguien más le puedan ayudar, pero no son imprescindibles para realizar este viaje. Cada uno puede buscar su propio equipaje. Por lo tanto, lo que propongo no es seguir una senda, sino realizar el viaje. Viajar.