El regreso inesperado del olvido
Hasta el 7 de mayo, en el Museo Molinos del río Segura, tenemos la oportunidad de sumergirnos en el universo creativo del artista Ignacio Llamas (Toledo, 1970) y su exposición De lo demás se ocupará el olvido. O, mejor dicho, tenemos el privilegio de poder sumergirnos en nuestro interior, en nuestras inseguridades, nuestros traumas, nuestros miedos o nuestras preguntas más difíciles.
El viaje al silencio, a lo que nos construye o nos deshace, conforma unas imágenes que nos envuelven y nos sumen en el abismo de lo intangible. Y no solo de una forma sugestiva y emocional; sus instalaciones obligan a veces también a enfrentarse a lo más oscuro de uno mismo, pero a la vez lo más sublime, lo más luminoso del propio interior.
En De lo demás se ocupará el olvido, Ignacio Llamas nos cuenta que «el olvido, no es vacío, no es solo ausencia, es una construcción. Es el mecanismo con el que lo racional ordena el pasado decidiendo qué permanece y qué se desvanece».
Así, la exposición se adentra en el territorio donde el recuerdo no es archivo ni documento, sino sensación, eco, gesto. Lo que parecía borrado regresa en formas inesperadas. Aquello que la razón descarta, lo irracional lo convierte en huella. Lo que la memoria deja atrás sigue hablándonos, no con la claridad del pensamiento, sino con el lenguaje incierto de las intuiciones.
Las obras reunidas en esta ocasión operan en esa fricción: entre la voluntad de recordar y la potencia de lo que persiste sin ser llamado y nos invita a entender el olvido, no cómo pérdida sino como transformación.
¿Cómo consigue trasladarnos esa intuición, ese ethos del olvido? Llamas se sirve de varias series fotográficas de gran formato como Volver, vacíos, al vacío, invitando a la reflexión sobre la transformación personal. Paisajes donde la naturaleza es ocultada, o desvelada, según nosotros mismos queramos leerla, por la nieve inmaculada que inunda de luz nuestra retina. Metáfora de la naturaleza humana, de sus procesos y sus certezas en la que siempre es posible recomenzar, sanar o renacer.
O la instalación Habitarse, donde la nieve se tatúa con palabras, de un modo casi imperceptible, como susurros que transmiten el camino transitado por el artista hacia la aceptación como vía de transformación interior.
Descubrir los cristalinos huecos en los que se convierte la nieve al dejar de ser, al ser nada nos abre a la contemplación de lo esencial, de lo verdadero, de lo inmanente.
Sin dejar de ser él mismo ni apartarse ni un ápice de su discurso, la propuesta expositiva cambia radicalmente en el espacio de Las Caballerizas, donde Llamas presenta las instalaciones: Lo que transcurre entre un pensamiento y otro y Nadie nos enseña a morir, tampoco a vivir, sumergiéndonos en un espacio donde la obra, el espacio, la luz y sonido nos inunda y nos transforma. Nos lleva de lo íntimo a lo sagrado, si es que es posible tal dicotomía. De lo habitado a lo trascendente.
La obra de Ignacio Llamas se enfrenta a la imperfección del ser humano. Pero lo hace con una inmensa capacidad y vocación a la belleza que siempre es transformadora. Inseparable siempre de la luz, de porvenires transitados por la esperanza.
Visitar esta exposición es sumergirse en uno mismo y acompañarse e iniciar procesos de reconciliación.