Ignacio Llamas

2016

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Luz transformadora

… propiciar la contemplación, la meditación,
la mirada interior.
Plantear una reflexión sobre el interior del ser humano.
Emprender un viaje por el interior del hombre
para llegar a lo más profundo de su alma
y encontrar ahí las semillas de trascendencia
que habitan en él.
Invitar al espectador a silenciar sus ruidos
para poder adentrarse en su propia intimidad.
La soledad es la clave para recorrer este camino.
Soledad en la contemplación de la obra,
soledad con uno mismo…

La instalación propone al espectador silenciar sus ruidos y comenzar un viaje hacia su propio interioridad. Transformar la mirada exterior en una mirada dirigida al interior de uno mismo, hacia lo más profundo del ser. Al realizar este viaje se percibe la luz que emana de cada uno de nosotros junto con las penumbras y oscuridades que todos arrastramos.

La metáfora se construyen proponiendo imágenes de espacios arquitectónicas o paisajísticas mediante los que se alude al interior del ser humano. Al adentrarnos en estas imágenes descubrimos lugares dominados por una luz transformadora, que sólo son alterados por algunos elementos cotidianos que contienen una fuerte carga simbólica. De este modo se genera un universo silencioso y elocuente.

Los elementos simbólicos que construyen esta instalación son: el árbol, la maleta, la luz y el sonido. En esta ocasión el árbol se usa para simbolizar el ser humano, convertido en bosque, en alusión a la maraña de pensamientos, sensaciones y sentimientos que nos configuran. La maleta se usa para evocar la idea de viaje, y éste con un doble significado: el viaje interior, por un lado y el viaje de la vida a la muerte, por otro. La luz que, al emanar de la iglesia adquiere una simbología transcendente, tiene una función transformadora y regeneradora de la realidad humana, a la que toca. Y, por último, el sonido producido por un shakuhachi (flauta japonesa) mediante el cual se aporta la idea de vida, de aliento vital.

El hecho de asomarse a este espacio casi desnudo permite dar la posibilidad al espectador de afrontar sus propios temores y fantasmas para transformarlos en vida, en luz y calor.

Se trata por tanto de permitir al espectador asomarse por un instante a su propia alma y de escuchar el sonido interior que esta genera, de reconocer la luz existente en ella y de asumir sus penumbras y oscuridades y dejar que estos sean regenerados.