Natura Naturans

 – Centro de Exposiciones de San Servolo, Venecia (Italia)

Natura Naturans

Cada artista cuando comienza a desarrollar su creación emprende un camino y desconoce dónde le va a llevar. Pero sí sabe lo que desea hacer durante su recorrido.

Si preguntáramos a cualquiera de estos cinco artistas lo que pretende a través de su obra, nos dirían comunicar, subrayar algo que existe y pasa desapercibido, mostrarnos una nueva manera de mirar, llamar la atencion sobre la belleza… Pero todos ellos, aunque lo que hacen lo hacen por vocacion, y por necesidad personal, lo crean para nosotros. Su obra es un don que se nos ofrece y que espero sepamos disfrutar. Porque lo que realizan realmente cada uno de ellos es DESVELAR…

Considerando independientemente la obra de cada uno de los artistas que han participado en esta exposición, Luciana Cicogna, Osvaldo Giuliani, Ignacio Llamas, Barbara Pelizzon y Santina Ricupero, podría imaginarse que creaciones tan diversas resultan imposibles de reunir con acierto en una exposición colectiva. Sin embargo, convocados en torno al tema de Natura naturans. Arte Contemporanea, el riesgo se ha tornado en un acierto y cabe preguntarse por qué y cómo.

En el arte nunca es lo mismo el resultado que deviene de la suma de las partes, que el trabajo que resulta del diálogo profundo y de las relaciones que se establecen entre ellas. En el primer caso podemos caer simplemente en la yuxtaposición donde una obra, una figura, un elemento de la composición, se muestra o está sin más uno al lado del otro, como gentes desconocidas que viajan sentadas en un vagón de metro y que lo único que tienen en común es que van a trabajar.

El planteamiento de base de esta exposición era, contando con la diversidad de cada uno, conseguir una unidad. Una exposición sobre cómo vivimos la naturaleza en la actualidad. No cinco exposiciones en el mismo lugar. El objetivo era lograr la unidad plástica de un discurso y de una atmósfera que nos permitiera transitar de un modo fluido por el espacio, las ideas y las emociones, sin bruscos cortes que dieran por concluido un recorrido, una personalidad, para entrar en otros. Y creo que se ha conseguido, porque las posibilidades de éxito aumentan cuando los artistas son capaces de desapegarse de su propia obra, de su lucimiento personal, para permitirse un diálogo intenso e incluso ponerse en función de la obra del otro. Solo la desaparición de “mi obra”, “mi espacio”, permite caminar juntos en la creación de una unidad: Natura naturans. Arte Contemporanea.

¿Cómo es la naturaleza que se nos ofrece en este recorrido, en esta reflexión estética que es la exposición?

A través de la obra limpia y precisa de Luciana Cicogna la naturaleza se nos presenta como material a través de la corteza de sus árboles, de su piel. La naturaleza resulta algo a cuya belleza no podemos renunciar y de la que nos valemos. Se incorpora en sus obras como elemento que rompe compositivamente la planitud de sus espacios, que altera la pulcritud de sus superficies, aumentando nuestra sensación de espacialidad. Su obra es pura presencia estética en perfecto equilibrio.

En medio de estas obras de Cicogna, donde los pequeños fragmentos de naturaleza quedan engastados, se nos muestra la potente obra de Barbara Pelizzon.

Esta artista nos muestra unas creaciones que nos hablan de las fuerzas de la naturaleza, de los efectos de sus aguas, del viento, de la intemperie, del desgaste del tiempo. Ese tiempo que en su transcurrir es lo único permanente. Ese tiempo que ella controla y que hace crecer a quienes la escuchan y doblega a los enemigos.

Encerrados en sus mallas de metal hay preciosos restos de cerámicas y vidrios, que el pasado desechó y que pulidos por la naturaleza, resultan verdaderos tesoros.

En medio de la sala, un árbol construido. Anclado a una armadura de metal de cuyas ramas secas cuelgan diversos objetos salidos de la mano del hombre, y a los que el paso de los años ha otorgado una nueva belleza. Frente a ellos cabe plantearse la imagen de una naturaleza agostada por nosotros y sobre la que se arrojan todo tipo de desechos, la imagen de una naturaleza lejana, casi extinguida en su esplendor de antaño, o la idea del hombre que se agarra a lo poco que queda de ella en nuestras ciudades, incluso intentando reconstruirla.

Sumergidos en estos pensamientos hallamos en la siguiente sala un hilo de continuidad. Un haz de restos metálicos habita el centro de la sala, y entre ellos atrae nuestra atención el brillo apagado de algunos fragmentos de cristal. Presencia innegable del hombre, doblegado por el poder de la naturaleza, que colorea el paso del tiempo con la belleza del óxido anaranjado, y por la poética del artista al colocar entre ellos los cristales como preciosas joyas perdidas y encontradas.

Al levantar la mirada del suelo contemplamos una serie de fotografías, conjunto de poemas visuales en los que el árbol, emblema indiscutible de la naturaleza, habita en el interior de unas arquitecturas de luz y sombra. ¿Será acaso que incluso mirando en nuestro interior, necesitamos que la naturaleza, como símbolo o realidad, esté presente?

Para Ignacio Llamas el árbol es aquel que silenciosamente, sin protagonismos, nos proporciona el aire que respiramos. Por sus hojas absorbe el aire viciado de nuestras ciudades y nos lo devuelve purificado. Ante el silencio que domina sus fotografías cabe preguntarse si la blancura y desnudez de sus árboles, de esos árboles interiores, son la máxima expresión del sacrificio. Curiosamente para mí las fotografías de este artista siempre me han transmitido calma, equilibrio, sosiego, esperanza, la quietud de la plenitud… Sin embargo, no todos tenemos la misma percepción. Al preguntar a un espectador por el significado que para él tenía concretamente la gran fotografía de los árboles (p. 46), sus palabras fueron melancolía, muerte. Y aunque chocaba con mi percepción de la obra como intenso reducto de paz, aquello verdaderamente no era contradictorio. Los árboles están muertos, secos, exhaustos, pero blancos y resplandecientes, ¿quizá como fruto de su sacrificio?

En cambio negros, retorcidos y carcomidos son los troncos de árboles que Santina Ricupero nos presenta. La instalación por ella creada se sirve por igual de las sutiles líneas de sus dibujos y sus intensas y dramáticas fotografías, como de aquellos troncos que con un carácter propio invaden el espacio generando una atmósfera donde la danza del grafito sigue el ritmo de las vicisitudes del tiempo en la madera y la corteza de los árboles. Troncos cortados, rajados, cercenados, incluso quemados.

Por otro lado Osvaldo Giuliani con su Triangulación nos invita a redimensionarnos insertos en la Naturaleza, porque solo en ella hallamos nuestra verdadera dimensión. Líneas que cruzan el espacio de la sala, y de una sala a otra. Líneas cosidas, trazadas con tejido de cactus. Entramado de fibras que nos permite admirar la complejidad y la belleza de la naturaleza, no a través de un gran paisaje, sino mediante los delicados detalles de un pequeño fragmento. Porque así está construida esa Gran Naturaleza, que siempre brota de insignificantes semillas.

En la obra de Osvaldo Giuliani la presencia de las semillas ha sido siempre una constante. Esta es en todo momento una potente metáfora para la composición de sus instalaciones, siempre desbordantes de lirismo. Dominó y Círculo blanco son dos creaciones que, en su sencillez y por su alto contenido literario, hacen vibrar al espectador: el vuelo de la semilla, colas de milano, alas al viento, el círculo, el verbo, la vida en potencia, microcosmos fecundos, contenedores de plenitud.

En medio de estas instalaciones, las rotundas fotografías de Ricupero contrarrestan el carácter etéreo y efímero de su obra. Maderas centenarias arrugadas y retorcidas, surgidas hace mucho, mucho tiempo de una pequeña semilla, y que a pesar del dolor soportado, vuelven a brotar, resucitan.

Vida y muerte, dolor y belleza, sutileza y dramatismo, poesía de la realidad, todo un mundo que gira y nos envuelve y que debemos considerar en unidad: Natura Naturans. Arte Contemporanea.

Pilar Cabañas Moreno